Interessants recomanacions !! Sobre tot aquesta: "Corrige cuando el alumno tenga fresco lo que ha escrito; es decir, en el momento en que lo escribe o poco después. No dejes pasar mucho tiempo entre la redacción y la corrección." és ben vera, les millors correccions són les que es fan "al moment" !! Quan això és possible és clar...
(Font de la informació: http://www.grao.com/recursos/escritura-correcion-cassany)
¿Cómo podemos corregir los textos de nuestros alumnos?
Taxonomía:
Aprendizaje de la escritura , Didáctica de la lengua , Didáctica general y metodología general
Aprendizaje de la escritura , Didáctica de la lengua , Didáctica general y metodología general
¿Tenemos
que informar sólo de los errores cometidos o también de las soluciones
correspondientes? ¿Cuál es el mejor momento para informar? ¿Cuál es la
mejor manera: por escrito o con una entrevista, una vez al mes o con
cada redacción? ¿Cómo tenemos que marcar el texto?
¿Vale la pena corregir?
La corrección puede ser un instrumento eficaz para el aprendizaje si lo entendemos como una técnica didáctica más (variada, flexible, y, también, prescindible) y no como una operación de control obligatoria al final de cada ejercicio de redacción. Es una actividad que puede realizarse de maneras muy diferentes (individual, en grupo, por parejas, con profesor, sin profesor, etc.), que puede ser divertida e incluso alentadora, que puede ser activa y motivadora, que puede implicar al alumno y, en definitiva, responsabilizarlo de su propio aprendizaje. Buena parte del éxito reside en conocer técnicas variadas de corrección y en saber emplearlas en el momento preciso con las personas adecuadas.
Algo que hacemos muy habitualmente en el momento de corregir es el hecho de centrarnos, casi única y exclusivamente, en aquello que está mal o que hay que mejorar en un texto. La redacción más comentada y marcada, la que contiene más errores, pertenece probablemente a uno de los alumnos con más problemas de redacción, con poca motivación y todavía menos confianza. Nuestra corrección no ayudará mucha o nada a paliar esta situación. Por este motivo, Daniel Cassany considera que hay que esforzarnos por intentar dar un tono más constructivo a la corrección, teniendo en cuenta que se aprende tanto de los errores como de los aciertos. Conviene, así pues, destacar en el escrito los aspectos positivos y al mismo tiempo los mejorables y procurar valorar el escrito con adjetivos y comentarios, iniciando un diálogo con el alumno/a para explorar y comentar los diferentes aspectos señalados.
¿Cómo tenemos que corregir? ¿Hay que corregir todos los errores de un texto?
Una corrección minuciosa y exhaustiva no tiene ningún sentido porque los escritos no serán nunca difundidos y, también, porque se sabe que son textos de aprendices y comprendemos y aceptamos que pueda haber imperfecciones. Por otro lado, a su vez, al alumno le costará asimilar a la vez un número muy elevado de correcciones.
Cada trabajo es diferente (tipo de texto, grado de dificultad, momento del curso...) y cada alumno tiene unas características personales (problemas concretos, estilo de aprendizaje...). Es importante, así pues, tener en cuenta el grado de conocimiento de la lengua que tiene el alumno, la naturaleza del error (los errores más graves, y los prioritarios a la hora de corregir son, por ejemplo, los errores comunicativos, los que afectan a la inteligibilidad de la prosa, y los errores causados por la interferencia lingüística, como los barbarismos. Otros criterios a tener en cuenta son la frecuencia –los errores más reiterativos merecen más atención que los aislados- y el valor sociolingüístico –unas vacilaciones en el registro o una equivocación en el grado de formalidad pueden tener consecuencias imprevisibles) y las actitudes de los profesores y de los alumnos ante los errores y de la corrección.
A la hora de corregir, es importante tener claro en que se diferencia un error de una falta. El error es el producto de un defecto en la competencia lingüística: se comete cuando el escritor desconoce una regla gramatical, una palabra, etc. En cambio, falta es la consecuencia de un defecto en la actuación lingüística: se comete cuando el escritor está distraído o cuando está acostumbrado a escribir de una manera determinada. En cuanto a las faltas, Johnson (1988) considera que un alumno necesita cuatro elementos para poder eliminarlas definitivamente:
1. Saber que ha hecho una falta. No siempre nos damos cuenta de las faltas que cometemos. Por eso es útil que una segunda persona lea el texto y las marque. A clase, esta persona puede ser el maestro o un compañero.
2. Poder recordar la forma correcta equivalente a la falta. Precisamente porque se trata de una falta y no de un error, el alumno domina los conocimientos lingüísticos que determinan que una forma sea incorrecta y la otra no.
3. Tener interés a eliminar la falta. Johnson nota que muchas faltas, sobre todo las de ortografía, pueden tener poco valor comunicativo, lo cual explica que no se hayan eliminado. Cómo que no implicamos problemas de comprensión, el alumno no siendo deseos de autocorregir-las.
4. Tener la oportunidad de practicar la misma cuestión lingüística en condiciones reales. El alumno tiene que poder encontrarse en la misma situación en qué cometió la falta para poder practicar la forma correcta.
Acontece fundamental que, con estas correcciones, nuestros alumnos hagan actividades útiles. En primer lugar, tenemos que asegurarnos que las lean y que las entiendan. No es ningún disparate dejar algunos minutos en clase para hacerlo. Sommers 1982) y Zamel (1985) consideran trascendental dar a los alumnos la oportunidad de reformular sus escritos a partir de nuestras correcciones. Otras ideas posibles son: recopilar los errores en una libreta que, con el tiempo, acontezca un instrumento de consulta; escribir frases inventadas con las incorrecciones, investigar los orígenes del error, etc.
Diez consejos para mejorar la corrección
10.
Usa la corrección como un recurso didáctico y no como una obligación.
Utiliza técnicas de corrección variadas. Adáptalas a las características
de cada alumno.
Ideas extraídas de:
¿Vale la pena corregir?
La corrección puede ser un instrumento eficaz para el aprendizaje si lo entendemos como una técnica didáctica más (variada, flexible, y, también, prescindible) y no como una operación de control obligatoria al final de cada ejercicio de redacción. Es una actividad que puede realizarse de maneras muy diferentes (individual, en grupo, por parejas, con profesor, sin profesor, etc.), que puede ser divertida e incluso alentadora, que puede ser activa y motivadora, que puede implicar al alumno y, en definitiva, responsabilizarlo de su propio aprendizaje. Buena parte del éxito reside en conocer técnicas variadas de corrección y en saber emplearlas en el momento preciso con las personas adecuadas.
Algo que hacemos muy habitualmente en el momento de corregir es el hecho de centrarnos, casi única y exclusivamente, en aquello que está mal o que hay que mejorar en un texto. La redacción más comentada y marcada, la que contiene más errores, pertenece probablemente a uno de los alumnos con más problemas de redacción, con poca motivación y todavía menos confianza. Nuestra corrección no ayudará mucha o nada a paliar esta situación. Por este motivo, Daniel Cassany considera que hay que esforzarnos por intentar dar un tono más constructivo a la corrección, teniendo en cuenta que se aprende tanto de los errores como de los aciertos. Conviene, así pues, destacar en el escrito los aspectos positivos y al mismo tiempo los mejorables y procurar valorar el escrito con adjetivos y comentarios, iniciando un diálogo con el alumno/a para explorar y comentar los diferentes aspectos señalados.
¿Cómo tenemos que corregir? ¿Hay que corregir todos los errores de un texto?
Una corrección minuciosa y exhaustiva no tiene ningún sentido porque los escritos no serán nunca difundidos y, también, porque se sabe que son textos de aprendices y comprendemos y aceptamos que pueda haber imperfecciones. Por otro lado, a su vez, al alumno le costará asimilar a la vez un número muy elevado de correcciones.
Cada trabajo es diferente (tipo de texto, grado de dificultad, momento del curso...) y cada alumno tiene unas características personales (problemas concretos, estilo de aprendizaje...). Es importante, así pues, tener en cuenta el grado de conocimiento de la lengua que tiene el alumno, la naturaleza del error (los errores más graves, y los prioritarios a la hora de corregir son, por ejemplo, los errores comunicativos, los que afectan a la inteligibilidad de la prosa, y los errores causados por la interferencia lingüística, como los barbarismos. Otros criterios a tener en cuenta son la frecuencia –los errores más reiterativos merecen más atención que los aislados- y el valor sociolingüístico –unas vacilaciones en el registro o una equivocación en el grado de formalidad pueden tener consecuencias imprevisibles) y las actitudes de los profesores y de los alumnos ante los errores y de la corrección.
A la hora de corregir, es importante tener claro en que se diferencia un error de una falta. El error es el producto de un defecto en la competencia lingüística: se comete cuando el escritor desconoce una regla gramatical, una palabra, etc. En cambio, falta es la consecuencia de un defecto en la actuación lingüística: se comete cuando el escritor está distraído o cuando está acostumbrado a escribir de una manera determinada. En cuanto a las faltas, Johnson (1988) considera que un alumno necesita cuatro elementos para poder eliminarlas definitivamente:
1. Saber que ha hecho una falta. No siempre nos damos cuenta de las faltas que cometemos. Por eso es útil que una segunda persona lea el texto y las marque. A clase, esta persona puede ser el maestro o un compañero.
2. Poder recordar la forma correcta equivalente a la falta. Precisamente porque se trata de una falta y no de un error, el alumno domina los conocimientos lingüísticos que determinan que una forma sea incorrecta y la otra no.
3. Tener interés a eliminar la falta. Johnson nota que muchas faltas, sobre todo las de ortografía, pueden tener poco valor comunicativo, lo cual explica que no se hayan eliminado. Cómo que no implicamos problemas de comprensión, el alumno no siendo deseos de autocorregir-las.
4. Tener la oportunidad de practicar la misma cuestión lingüística en condiciones reales. El alumno tiene que poder encontrarse en la misma situación en qué cometió la falta para poder practicar la forma correcta.
Acontece fundamental que, con estas correcciones, nuestros alumnos hagan actividades útiles. En primer lugar, tenemos que asegurarnos que las lean y que las entiendan. No es ningún disparate dejar algunos minutos en clase para hacerlo. Sommers 1982) y Zamel (1985) consideran trascendental dar a los alumnos la oportunidad de reformular sus escritos a partir de nuestras correcciones. Otras ideas posibles son: recopilar los errores en una libreta que, con el tiempo, acontezca un instrumento de consulta; escribir frases inventadas con las incorrecciones, investigar los orígenes del error, etc.
Diez consejos para mejorar la corrección
1.
Corrige sólo lo que el alumno pueda aprender. No vale la pena dedicar
tiempo a corregir aspectos o faltas para las cuales el alumno no está
preparado.
2.
Corrige cuando el alumno tenga fresco lo que ha escrito; es decir, en
el momento en que lo escribe o poco después. No dejes pasar mucho tiempo
entre la redacción y la corrección.
3.
Si es posible, corrige las versiones previas al texto, los borradores,
los esquemas, etc. Recuerda que es mucho más efectivo que corregir la
versión final.
4.
No hagas todo el trabajo de corrección. Deja algo para tus alumnos.
Marca las incorrecciones del texto y pídelos que busquen ellos mismos la
solución correcta.
5.
Da instrucciones concretas y prácticas y olvida los comentarios vagos y
generales. Por ejemplo: “reescribe el texto, fíjate en este punto,
amplía el 3r párrafo, escribe frases más cortas, añade más puntos o
comas al 2n párrafo...”. Escribe o digas cosas que el alumno pueda
entender.
6.
Deja tiempo en clase para que los alumnos puedan leer y comentar tus
correcciones. Asegúrate de que las leen y de que las aprovechan.
7.
Si puedes, habla individualmente con cada alumno. Corrige oralmente los
trabajos escritos. Es más económico, práctico y seguro.
8.
Da instrucciones para que los alumnos puedan autocorregir-se, enséñalos
a consultar diccionarios y gramáticas, dales pistas sobre el tipo de
errores que han cometido, estimúlalos para que revisen el escrito...
9.
No tengas prisa por corregirlo todo. Tómate tiempo para corregir
cuidadosamente cada escrito. Asegura la calidad de la corrección, a
pesar de que la cantidad se resienta.
Ideas extraídas de:
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