Es racó des PT

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Aulas que matan lectores

http://blogs.culturamas.es/fernandojlopez/2014/09/10/aulas-que-matan-lectores/

Aulas que matan lectores

  por  


“-¿No os gusta la literatura? ¿No os gusta leer?


- Leer, sí. Pero la literatura, no.”


Estos días en los que en los departamentos escolares se planifican las lecturas obligatorias -concepto discutible en sí mismo: ¿de verdad se puede obligar a leer?-, no dejo de pensar en ese diálogo de La edad de la ira en el que plasmé una conversación real con una de mis alumnas de Bachillerato.
Sus palabras me parecieron un resumen perfecto de la distancia abismal que encuentran nuestros adolescentes entre la pasión lectora y la clase de Lengua y Literatura, donde con 15 y 16 años se les invita -sin anestesia- a ingerir clásicos como La Celestina, El Quijote o La vida es sueño. Pretender que se emocionen con textos que presentan, ya de por sí, una importante barrera lingüística es poco menos que imposible, pero el criterio de que la educación debe invitar a la lectura de los clásicos hace que se confunda esa invitación con una obligatoriedad que solo nos lleva a perder lectores que jamás disfrutarán con ninguno de esos (maravillosos) títulos.
Claro que se pueden buscar otras fórmulas. Fórmulas como abandonar el estudio memorístico del hecho literario (enumeraciones interminables de rasgos de épocas, biografías de autores, listados de obras…). Se puede cambiar el criterio endogámico y abrir las puertas de la literatura universal (no solo en la optativa que lleva dicho nombre). Se puede prescindir del eje cronológico y de su asfixiante linealidad y empezar desde lo más actual hacia lo más lejano.Se puede apostar por un criterio temático. Se puede ampliar, de una vez, el canon y asumir que el siglo XXI existe y que sus autores, también. Se puede, sí, se puede contagiar la pasión por la literatura si buscamos títulos que apasionen a los alumnos y que consigan que, cuando llegue el momento, se acerquen a esas obras magnas que pretendemos imponerles. En lugar de eso, se empieza un curso de 3º de la ESO (14 años) con El Lazarillo o de 2º de Bachillerato (18 años) con la trepidante obra de Moratín, El sí de las niñas.
Si de verdad queremos que alguna vez se emocionen con El Quijote o con La Celestina no podemos partir de ellos, sino de otros textos que, siendo también de calidad, les ofrezcan universos más reconocibles. Más próximos. Textos desde los que sientan el impulso de buscar otras vías de lenguaje y de comunicación que acabarán conduciéndoles a las páginas de Cervantes y de Fernando de Rojas. Y si no fuera así, creo que sí se puede vivir sin leer El Quijote -por mucho que se pierda no conociéndolo-, pero no se puede vivir sin leer, sin disfrutar de cuanto la lectura nos ofrece.
La LOMCE, sin embargo, en su marcado afán por destrozar las Artes y las Humanidades (con medidas como el exilio de la música, de la plástica y de cuanta disciplina creativa se encuentra a su paso), también ha decidido que 2º de la ESO es un año estupendo para que nuestros alumnos conozcan la literatura medieval y, a sus 13 años, se adentren en el fascinante mundo de Berceo y de  las jarchas, entre otras piezas de alto interés juvenil. Luego nos preguntaremos por qué los quinceañeros no leen poesía o por qué no se emocionan cuando llega la hora de la clase de Literatura, pero a nadie se le ocurrirá pensar que para valorar la maravillosa densidad poética de las jarchas hay que cultivar el sentido poético de los más jóvenes desde otro tipo de textos y propuestas que sí les permitan entender por qué no podemos vivir sin versos. Ni sin libros.
Pero aquí seguimos. Ahogados por programas imposibles donde se pretende que nuestros alumnos vomiten datos que pueden encontrar en cualquier fuente de información, en vez de fomentar su espíritu crítico, su sensibilidad y su pasión lectora. Luego nos sorprenderá que huyan de los libros o que miren con desconfianza a quien les diga que leer es divertido. Por no hablar de los profesores -muchos, me consta- que se ven obligados a hacer malabares para combinar el programa oficial con lo que sienten -sentimos- que realmente deberíamos hacer. Con lo que sabemos que queremos y necesitamos hacer.
Entretanto, continuaremos -currículum oficial en mando- asesinando futuros lectores, acabando con sus ganas de adentrarse en la ficción literaria gracias a la indigestión de alejandrinos,  sonetos renacentistas y novelas picarescas que trae consigo cada nuevo curso escolar.
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