Padres e Hijos / JOSé ANTONIO MARINA
«La adolescencia es una etapa privilegiada: el cerebro se rediseña por completo»
Día 11/01/2015 - 19.55h
A la edad de trece años se produce una segunda oportunidad de aprendizaje que hay que aprovechar, asegura el filósofo
La adolescencia puede ser una etapa turbulenta, de crisis
inevitable, de irresponsabilidad y conductas de riesgo. O no. Para el
filósofo y pedagogo José Antonio Marina, esta mala prensa de los jóvenes
está agravando el fenómeno en lugar de resolverlo. De hecho estos
modelos sociales, advierte Marina, se convierten en profecías
autocumplidas por el mero hecho de decirlas. «Si repetimos muchas veces que los adolescentes son ineducables y difíciles de tratar, conseguiremos que lo sean», augura. Su última obra «El talento de los adolescentes», editada por Ariel,
viene a unirse a un movimiento incipiente en países anglosajones
liderado por psicólogos especializados en esta franja de edad que aboga
por cambiar paradigma:«Porque no se adecua a la realidad y porque toma
como representación la adolescencia de un 15 por ciento que si son muy
conflictivos», advierte. Solo hay que mirar, propone, las encuestas
españolas, que nos dicen que más del 80% de individuos en esta franja de
edad no tienen ningún tipo de crisis. Es más, describe, «lo pasan bien,
se llevan bien con su familia y únicamente tienen la pelea por ampliar
los límites normal que se presenta a lo largo de la historia pero que
entra dentro de la dinámica clásica de la búsqueda de la independencia
inherente a la adolescencia. Diría de hecho que entra dentro de sus
obligaciones evolutivas».
—¿En que se basa esta nueva corriente para desmontar los mitos que hay entorno al adolescente?
—Esta nueva corriente aboga por tomar la adolescencia como
una nueva segunda oportunidad. Para ello se basa en los últimos
descubrimientos de la neurociencia, que hablan de que hacia los 13 años
se realiza un nuevo y completo rediseño del cerebro. Es una segunda
oportunidad de aprendizaje que tenemos que aprovechar para explicar a
los adolescentes que tienen que sacarse el carnet de conducir de su
nuevo producto, que es el momento de decidir sobre su personalidad.
—¿Cómo se toman esta nueva teoría los jóvenes?
—Cuando se lo explicas bien les produce una gran euforia
educativa: les damos la razón de que tienen que tomar las riendas de su
vida pero tienen que aprender a conducir. Les interesa mucho cuando les
hablas de su cerebro.
—Sin embargo, usted advierte en su libro de que muchos adolescentes piensan a esa edad que ya no pueden cambiar.
—Sí, a esa edad ya han forjado la creencia de que «como soy
así ya no puedo cambiar», pero precisamente es el momento en el que
pueden cambiar y tienen que hacerlo. Y que pueden aprender a pensar
mejor, aprender a sentir mejor, aprender a tomar mejor las decisiones y
ser más autónomos y por lo tanto a desarrollar su personalidad. Es el
momento de la personalidad.
—¿Cómo pueden ayudar unos padres que también piensan que esta época es difícil?
—Los padres tienen tres grandes recursos: el cariño, la
exigencia (tienen que poner limites) y la comunicación, todo ello
adaptado a esta edad. No digo que esto último no sea complicado:
Necesitan la conexión emocional pero al mismo tiempo la rechazan. Pero
una conversación no es somerterle a un interrogatorio. La conexión
emocional se hace en primer lugar intentando entender al adolescente y
tomando en serio sus intereses y preocupaciones, aunque a los adultos
les parezcan absurdas. Son las de ellos. También tenemos que trasladar
las nuestras.
—¿Dónde cometen los padres el mayor error?
—El problema está en que estamos infantilizando la
adolescencia. Así lo afirman la mayor parte de los expertos de este
momento. Como tenemos miedo a su irresponsabilidad no les damos
responsabilidades y a los niños hay que dárselas. La adolescencia no es
una etapa biológica, esa es la pubertad. La adolescencia es una creación
cultural estrictamente educativa que sirve para permitir que los niños
no entren en el mercado de trabajo y tengan un periodo de aprendizaje
más amplio. Pero es un periodo que debe ser más riguroso ya que debe
servir de adquisición de responsabilidades, de autonomía... que es lo
que pide esa edad. No podemos olvidarlo con el pretexto de que son niños
peligrosos. Pueden y deben tomar muchas decisiones.
—Su libro se titula «El talento de los adolescentes». ¿Dónde se busca, cómo se puede fomentar?
—El talento está en la perseverancia.
Todos los documentos del departamento de Educación de Estados Unidos y
Canadá ponen como destreza la perseverancia y la constancia como «skill»
o aptitud central. Y se puede educar en la perseverancia a todos los
niveles educativos, con una llamada a los padres, pedagogos y maestros:
Si no tienen perseverancia las demás aptitudes no se desarrollan y
resultan chicos vulnerables que inmediatamente se desfondan. El esfuerzo es central para el desarrollo educativo, y pretender reducirlo es un problema y un freno para la excelencia.
Es muy sencillo. A ti que te gustaría jugar al baloncesto, bien o mal,
pero para ello es necesario entrenarte. Puede ser muy aburrido, pero si
no te entrenas, no adquieres fondo, destreza... El esfuerzo es necesario
para adquirir excelencia.
—¿Cómo motivar al adolescentes para que mejore?
—La clave está en elogiar el esfuerzo, explicándoselo bien.
A partir de la adolescencia podemos hacer poco por ellos, ya son los
que deciden si mejorar o no. Si quieren ser mediocres, vulgares,
asustados de los demás es su opción, pero hay procedimientos para que no
sean nada de eso: pueden entrenarse para la brillantez, la creatividad.
En todos las actividades humanas se puede mejorar. Y una vez que una
persona siente la experiencia de la mejora es tan agradable que quiere
continuar. A los adolescentes tenemos que explicarles cosas que resultan
de cajón pero que hay que explicarlas, además, poniéndoles la pelota en
su campo. Decirles:«Sois vosotros los que tenéis que jugar».
—¿El talento, se aprende entonces?
—No hay genios, el talento se aprende. No hay talentos
innatos, hay capacidades innatas y esas capacidades se desarrollan o no
se desarrollan.
—¿Se consigue algo castigando al adolescente?
—El castigo es una aplicación imprescindible pero solo
inhibe conductas, no fomenta. Con el castigo no haces que un chico
estudie porque, o bien falsea las notas, o copia. Quizá podríamos decir
que en algunos casos muy concretos, de consumo de alcohol y drogas, se
utilicen todos los métodos disponibles.Pero en la adolescencia conviene
sustituir el castigo por la lógica de las consecuencias: «Si haces esto
te va a pasar esto».
—Denos un consejo práctico para padres con adolescentes en casa.
—Los contratos entre padres e hijos. Hay que volver a
marcar los límites conjuntamente sabiendo que el chico tiene que
aprender autonomía con responsabilidades.Si no cumplen las condiciones,
no hay excepciones. Sería algo así como que «esto lo habíamos acordado,
esto se acabó, y el contrato tiene que cumplirse». Les estamos tomando
en serio y se dan cuenta.Sobre todo, no infantilizar.
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